La psoriasis es una enfermedad inflamatoria cutánea crónica. En España tiene una prevalencia de cerca del 2% de la población general, siendo más frecuente entre los 20 y los 50 años
Sabemos que esta enfermedad tiene un componente hereditario (si uno de los padres la padece, el riesgo estimado para los hijos es de un 8%), y existen una gran variedad de factores desencadenantes tales como traumatismos físicos, estrés, infecciones, fármacos…

En cuanto al manejo de la enfermedad, en la mayor parte de los casos nos basamos en la extensión de la misma y en cómo afecta a nivel psicológico al paciente. Para que la valoración sea lo más objetiva posible disponemos de distintas escalas que nos ayudan a tomar la decisión más adecuada. Para definir la gravedad de la psoriasis en la práctica dermatológica las escalas más utilizadas son el porcentaje de superficie corporal afectada (BSA) o el índice de gravedad y área de la psoriasis (PASI).

La expresión clínica de la psoriasis puede ser muy variada, desde formas muy leves con pocas lesiones hasta psoriasis que afectan prácticamente toda la superficie corporal. Podemos encontrar distintas formas clínicas de psoriasis:
Psoriasis invertida. Las zonas que se afectan son las flexuras (axilas e ingles) y apenas tienen escamas.
Psoriasis en gotas. Aparecen placas más pequeñas en tronco y extremidades, generalmente en niños o adultos jóvenes. Suele existir un antecedente de infección de garganta.
Psoriasis eritrodérmica. Manifestación grave de psoriasis, la mayor parte de la piel está roja y con escamas.
Psoriasis pustulosa. En esta forma aparecen pequeñas cavidades llenas de pus, llamadas pústulas. Existe una forma generalizada y una forma localizada en palmas y plantas.
Psoriasis ungueal. La psoriasis con frecuencia afecta a las uñas, tanto de las manos como de los pies. Cuando es la primera y única manifestación de la psoriasis, a veces los pacientes han sido diagnosticados de hongos y tratados sin resultado. Los cambios más frecuentes son piqueteado ungueal (como si hubieran pinchado la lámina ungueal con una aguja), descamación por debajo de la uña, o unas manchas amarillas mal definidas que llamamos manchas de aceite.
Psoriasis de cuero cabelludo. Es una forma muy frecuente y su expresión es muy variable, suele acompañarse de lesiones en otras partes del cuerpo. Cuando aparece sólo en la cabeza y se presenta como mínima descamación del cuero cabelludo puede ser indistinguible de la dermatitis seborreica o la caspa.
Entre los tratamientos locales se utilizan fundamentalmente corticoides tópicos, sustancias derivadas de la vitamina D, retinoides (sustancias que derivan de la vitamina A), breas y alquitranes, ácido salicílico y urea.

Si la psoriasis es más extensa se utiliza exposición a UVB, PUVA (exposición a luz UVA dos horas después de la toma de una sustancia fotosensibilizante), retinoides sistémicos o inmunosupresores, es decir, sustancias que inhiben el sistema inmune (metotrexato, ciclosporina, mofetil micofenolato) o lo más novedosos conocidos como tratamientos biológicos (los pacientes los suelen llamar “las vacunas”).

La indicación de cada tratamiento es una decisión que debe ser individualizada y consensuada con el paciente, teniendo en cuenta factores como edad, deseos gestacionales y comorbilidades… En general estaría indicado plantearse tratamiento sistémico en aquellas psoriasis que cumplan alguno de los siguientes criterios:
– Difícil control con tratamiento tópico.
– Formas extensas: BSA > 5-10% o PASI > 10.
– Empeoramiento muy rápido.
– Eritrodermia o psoriasis pustulosa extensa.
– Limitación funcional importante (palmo-plantar, genital).
– Percepción de gravedad subjetiva (DLQI > 10).
– Artropatía psoriásica.

El dermatólogo es el que debe ajustar el tratamiento a cada tipo de psoriasis. Cada persona es distinta y en su recuperación influyen múltiples factores, por ello hay que personalizar cada tratamiento para mejorar la piel y la calidad de vida de cada paciente.